2008/04/27

KAFKIANO

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Cuanto escribes un articulillo de estos, según vas trazando las primeras líneas se te suele ocurrir el título. Mala cosa es que primero decidas el título porque te parezca ingenioso o impactante y decidas tirar "p'alante" hasta que lleguen las ideas; no es bueno el fórceps en estos negocios. No se da el caso contrario: que escribas el artículo y no encuentres el título adecuado. Las más de las veces sucede que según vas escribiendo, con el encabezado inicialmente decidido, lo cambies según vayan surgiendo los acontecimientos.

Esta mañana de sábado, nada más hablar con Manolo el gitano, dijiste: kafkiano.

Cuando por la noche lo empiezas a redactar, lo primero que haces es ir al diccionario para ver qué es exactamente kafkiano y resulta ser dicho de una situación, absurda, angustiosa. Te parece demasiado exagerado para definir lo de la mañana del sábado, pero así se queda.

A la hora del ángelus, subiste hasta la biblioteca. Esta temporada te va a dar por la sección hemeroteca y para ser más preciso por los últimos días de septiembre y primeros de octubre de 1978, pero que esté tranquila la concurrencia, que no vas a escribir más de eso, copiarás lo que encuentres en un lápiz de memoria y quedará a buen recaudo. Tienes previsto entretenerte una temporada mirando esquelas para completar el superárbol genealógico de la zona. ¿Kafiano? Puede ser.

En algún punto había que dejar lo de la hemeroteca, que es un trabajo sin fin, y haciendo una excepción a tus fobias a la literatura extranjera, te fuiste a Kafka, porque tenías gana de volver a leer algo de este autor y no sabes exactamente de dónde te vino ese repentín.

Armado de El Proceso te dirigiste al kiosco de El Fontán, y previo pago de un euro y diez céntimos, te hiciste con La Nueva España. Para la sidra tuviste que merodear un buen rato porque no había sitios a la sombra y el sol cascaba. Al final lo lograste, no sin un pertinaz trabajo de vigilancia. Engullido el sabatino picadillo, cuando la chica te echa un culín, te ve EL PROCESO encima de la mesa y te dice.
- ¿Le puedo hacer una pregunta? (te jorobó con el Vd., pero bueno, uno ya tiene sus años)
- ¿Cómo no?
- ¿Está bien el libro?
- No sé, lo acabo de sacar ahora mismo de la biblioteca.
- Es que yo estudié magisterio y estuve trabajando seis o siete años en Sograndio en un centro de reinserción de menores y tengo una amiga a la que le encanta Kafka, y siempre tiene a Kafka en la cabeza.
- Debe ser duro trabajar en ese ambiente.
- Duro pero gratificante. A veces estás con un chaval que tuviste contigo unos cuantos meses y te lo encuentras por la calle y te dice que está trabajando en tal sitio, y es una gran alegría. También te encuentras otras veces que fulanito que estaba reconvertido, con trabajo, que te dice que dio un tirón y que volvió a la cárcel. Pero merece la pena.
- No te preocupes, que ya te diré algo del libro.


Camino de la plaza de la Catedral te encuentras a Manolo el Gitano delante del Museo de Bellas Artes, mirando para la puerta y moviendo la cabeza de arriba abajo, con una lata de cerveza y algo que podría ser la tapa de una caja de zapatos. Le preguntas que si ya vio el cuadro que con su imagen se expone en el Museo, te dice que no, pero habías leído en la prensa que sí. Le comentas que quizá tengan pagarle derechos de imagen y te dice que a lo mejor, sí, a lo mejor, sí, a lo mejor. Mientras llegan y no, te pide para un pincho, le das y le preguntas si le puedes sacar una foto.

Y allí se queda Manolo, objeto de un cuadro de Miguel Galano, mirando a la puerta que guarda su retrato.

1 comentario:

Carlos dijo...

Creo que has acertado con el título.