2018/03/26

IMPERIOFOBIA Y LEYENDA NEGRA, de Mª Elvira Roca Barea

Te regalaron este largo ensayo por tu algo alejado sesenta cumpleaños. De otro modo, es improbable que te hubieras aventurado a leerlo. Así y todo, está bien un aire fresco o rancio, según se mire.

La autora intenta desmontar el mito de la leyenda negra que lastra hasta hoy la idea de España y la consideración que merece en algunas partes del mundo y en nuestro propio país. Es un alegato de reivindicación patriótica en toda regla.

Intenta demostrar Roca con datos (no tienes elementos de juicio para confirmarlos ni para rebatirlos) que muchos de los episodios que enturbian nuestra consideración no tuvieron la negatividad que se predica de ellos:
- La Inquisición no fue tan cruel en España como en otros países.
- Los países más racistas son los protestantes y nadie asocia racismo y religión.
- La intolerancia religiosa la practican más los protestantes que los católicos. Por ejemplo, Tony Blair no se declaró católico hasta después de abandonar el poder porque haberlo admitido mientras gobernaba, habría acarreado su caída. Lo mismo se dice de Camila Parker respecto del príncipe Carlos: su religión es un obstáculo para el reinado. 
- En el saqueo de Roma en tiempos de Carlos V se mostraron más activos los soldados de otras muchas nacionalidades diferente de la española, que por su lejanía no podían ser muy numerosos.

Roca plantea la idea de que es el protestantismo el que está detrás de la hispanofobia. Una vez creada la leyenda, sirve de pim-pam-pum para que sea disfrutada como objeto de ataque por los ilustrados, por los liberales, por el expansionismo estadounidense, por el independentismos criollo, por la izquierda revolucionaria o de salón, por el indigenismo y por los intelectuales patrios.

Defiende la autora que el imperio español, como los imperios romano o americano, no fue colonialista porque integró en su seno las gentes y los territorios conquistados, difuminando las barreras entre metrópoli y colonia.

Añade que otros muchos países fueron señalados con el dedo acusador por horrendos crímenes, como los nazis, pero, sin embargo, los alemanes actuales no se sienten herederos de aquel terror porque aunque el Estado es el mismo, se inventó la teoría de la discontinuidad, que no se aplica a los españoles, que,  complacemos en flagelarnos por un pasado que a lo mejor no fue tan oscuro como nos lo pintan.

"El imperio español merece justicia histórica y la tendrá,pero hace falta mucho más tiempo. Los españoles de hoy tienen, cuando la tienen, una relación con aquel tiempo bastante confusa".

1 comentario:

Anónimo dijo...

La historia es una asignatura pendiente. La historia siempre la escriben los vencedores. Después de mucho tiempo se va descubriendo una verdad más objetiva que la que nos imponen los libros de texto del régimen. La verdad es la verdad, los prejuicios son prejuicios. Hay gente que nunca aceptará la historia en la cara objetiva, porque ellos tienen su verdad, creen lo que quieren creer. Como con la religión: creen en un dios, o en otro, o en ninguno, pero deben practicar los ritos para no parecer muy des-religados. Los ritos conforman una sociedad. Hay que leer más para desligarse delos prejuicios, del adoctrinamiento del imperator de turno y no vivir de cara a la galería. Estamos en la semana santa, con palmas, padrinos, bollu, procesiones. Mucha gente no tiene fe, pero practica el ritual del paripé. En navidad el rito era otro. El nazareno diría eso de los sepulcros blanqueados. En verano el rito es el salir de veraneo. En cataluña ahora hay que ser republicano y salir a las manifestaciones para que nadie pueda decir que tú no estás concienciado con la causa, para no sentirse descarriado, segregado. En cataluña se lleva adoctrinando a varias generaciones, que por cierto no conocen la historia objetiva, sino la verdad sesgada que interesa a los políticos de turno, para manipular mejor a esa masa de gente aborregada. La recompensa es a Arcadia prometida. Hoy ya no hay disculpas para no acceder al conocimiento de todas las verdades, para no hacerse una idea precisa sobre los hechos, sobre las ideologías, sobre la manipulación de nuestras conciencias, sobre los intereses de los gobernantes.