2017/01/11

ÁNGEL GONZÁLEZ, RESCATADO

"Cuánto dolor hay en esa alegría. Cuánta lástima, cuanto aburrimiento, cuánta desesperación en esos versos claros, tan sencillos en apariencia, inocentes" (página 10).

"Otro tiempo vendrá distinto a éste.
Y alguien dirá:
'Hablaste mal. Debiste haber contado
otras historias:
violines estirándose indolentes
en una noche densa de perfumes,
bellas palabras calificativas
para expresar amor ilimitado..." (página 30).

"Cuando envainó la espada dijo, dice:
La democracia es lo perfecto.
El público aplaudió. Sólo callaron,
impasibles, los muertos" (página 50).

"Si yo fuese Dios
y tuviese el secreto,
haría
un ser exacto a ti;
lo probaría
-a la manera de los panaderos
cuando prueban el pan, es decir:
con la boca-" (página 70).

"Llegó también la guerra un mal verano.
Llegó después la paz, tras un invierno
todavía peor. Esa vez, sin embargo,
no devolvió lo arrebatado el viento" (página 90).

"Ya desde muy temprano,
ayer fue tarde.
Amaneció el crepúsculo, y al alba
el cielo derramó sobre la tierra
un gran haz de penumbra" (página 110).

"Acusado por los críticos literarios de realista,
mis parientes en cambio me atribuyen
el defecto contrario;
afirman que no tengo
sentido alguno de la realidad" (página 130).

Acabas de transcribir segmentos de unas páginas redondeadas aritméticamente y rescatadas de la basura minutos antes de que pasaran a mejor vida si no hubieras levantado la tapa del cubo del papel para arrojar algún borrador o alguna fotocopia defectuosa o sobrante.

En tu oficina, en inexorable reforma digna de la revolución permanente, el departamento de Producción reestructura espacios y se haría necesario el hueco de algún estante para un manual encuadernado con gusanillos o para un artilugio tecnológico. Seguramente nadie hallaría en los versos o en la prosa de Ángel González soluciones ni siquiera inspiración para evitar el trasbordo de un tren, organizar los turnos diarios de trabajo o resolver la avería de un teleindicador, pero ¡tirar a la basura a Ángel González!.





1 comentario:

Anónimo dijo...

Hubo un tiempo en que se compraban periódicos de formato grande para envolver el bocadillo, hoy un papel de aluminio y una bolsa opaca solucionan el problema... pero ya no se llevan bocadillos al trabajo, se toma un pincho en el bar de la esquina. Un libre puede ser un manojo de hojas escritas más o menos bien encuadernadas, o puede ser 'eso' donde se han volcado ideas, sentimientos, juegos de palabras, horas de soledad, depuración de un estilo comunicativo...Hoy los libros son electrónicos, pero yo sigo apreciando el papel. Un libro, independientemente de su encuadernación, siempres puede ser algo a valorar y quedar bien en nuestra estantería, incluso aquellos libros prohibidos, aquellos libros para niños, aquellos libros, que no entendemos en una determinada etapa de nuestra vida. Podemos devorar la literatura de moda, pero podemos no saber digerir los párrafos poéticos de Ángel González. Para eso también hace falta una determinad sensibilidad y una cierta experiencia de la vida. Muchas veces, a ciertas personas no se las valora más, ni mejor que a esos libros arrojados al cubo del papel para reciclar. Seguramente esta persona no tiene cocina económica, porque le hubiese servido pare encender el fuego y por otro lado, el papel higiénico en mucho más suave y absorbente .